martes, 29 de mayo de 2012

Otra mirada: A propósito de la Acreditación Institucional, los Egresados y el CNA.


Si bien es cierto que La Universidad de Antioquia influye en el entorno por la ubicación de sus egresados de las distintas profesiones, no quiere decir con ello, que estos sean involucrados en cada uno de los proceso de reflexión, proyección, expectativas y cambios que son propios de la institución, cuya naturaleza por desgracia gira en torno a lo cotidiano, no solo en su infraestructura; dinámica organizacional; en la gestión desarrollada y alcanzada; sino, en sus desarrollos académicos, investigativos y de extensión que no permiten el cumplimiento diáfano de los objetivos trazados desprendidos de la Misión-Visión, que son sociales y sin lucro económico.

El que se busque con estos espacios consolidar la relación entre Universidad y Egresados desde la coyuntura, para nada es un hecho extraño en las intricadas, deterioradas y dispersas relaciones existentes en la dupla Universidad-Egresados; el que las ofertas educativas en particular los cursos de Educación Continuada y los procesos de posgraduación que ofrece la Institución se constituya como núcleo o punto de encuentro, determina el distanciamiento permanente que tenemos los egresados en los temas importantes de la Universidad, dejando en firme el vinculo mercantilista, y, en estos casos, el vinculo instrumental generado en la coyuntura.

En la actualidad el panorama para nada es alentador, si se tiene en cuenta que desde la administración de la universidad y desde el órgano máximo de gobierno que es el Consejo Superior Universitario, poco o nada se hace para subsanar las brechas, desigualdades y desequilibrios existentes que impiden una mayor participación efectiva y transparente de los egresados, en un contexto universitario cada vez más caótico: No se cuenta con estatuto del egresado nacido en el seno de la colectividad; la participación representativa de los egresados en los diferentes órganos, comités y juntas, es excluyente y reservada a las facultades, los egresados de Escuelas y los Institutos no tienen cabida; en algunos casos, es el rector quién a criterio propio y conforme a sus conveniencias señala o indica quien nos representa a los egresados en determinados espacios; nada menos ético que eso: el caso más cercano se da en la Fundación de Apoyo a la Universidad de Antioquia.

Que a los egresados como a la universidad misma se nos imponga este proceso como parte de una política universitaria, inexorablemente, nos ata a los propósitos del proceso y a las voluntades e intereses primarios de la institución o al afán de aplausos o pago de favores de los pares acreditadores, pues es un sistema donde yo te acredito y tú me acreditas; se desprende entonces la necesidad de un dispositivo higiénico que permita un cambio de inmediato en la mediación burocrática que instala el artificio del nuevo juego universitario y, que evite que no quede en entredicho el carácter de la imparcialidad de los agentes que visitan.

Ciertamente, tal como están las cosas, la presencia de los egresados en la vida universitaria queda turbia en el sentido de que somos desagregados por la disposición normativa y por las prácticas politiqueras y clientelares que se ha instaurado al interior del claustro; sin que se vislumbre en el corto plazo la dimensión genuina de la universidad en lo académico, lo investigativo y de extensión, así, como la inmensa responsabilidad social, humana, ética y política que le atañe. Hoy en el contexto de imposiciones clientelares en la que se encaminado a la universidad, se reviven las discursividades de la monetarización que sustituye los valores y fines universitarios con respecto a los objetivos misionales y visionales de la universidad, poniendo en entredicho la pertinencia del claustro universitario en el seno de la sociedad.

Vivida la experiencia de dialogo con los agentes acreditadores, se puede afirmar que no hubo tal dialogo; que el espacio fue un total desastre, gracias a la precaria convocatoria por parte de la administración universitaria; que si la intención era el sabotaje, se logró: Escasamente 7 o 8 egresados, unos 15 funcionarios universitarios y 2 o 3 foráneos en misión; que si la intención era cumplir un requisito, se puede determinar que ese logro sí se alcanzó y, finalmente, los agentes apresurados sobre la raya de los 60 minutos, fue la premisa urgente del ridículo evento. También quedó claro según los esbirros de la administración, que para la rectoría, quienes cuestionamos las actuaciones por fuera de los fines de la universidad somos los egresados malos y que los buenos son aquellos que se prestan para todas las triquiñuelas que desde el bloque 16 se imparten sin rubor.

Debo decir, que sobre la mesa queda la premisa de una universidad gobernada desde el un animismo de los médicos, por cierto una visión hoy agotada, y, no democráticamente desde los diferentes saberes como debe de ser.


Nota: este texto fue dejado como constancia ante los agentes acreditadores o pares académicos como se les suele llamar.


WILMAR MEJIA
Egresado UdeA